La franquicia Dragon Quest no necesita presentación, especialmente en Japón, donde es una institución. Prácticamente la franquicia creadora de las bases sobre las que se asienta cualquier JRPG, está considerada como un auténtico símbolo en el país del Sol Naciente, siendo absolutamente demoledora en ventas desde los tiempos de NES hasta hoy, marcándose el presente año como el 30º aniversario desde la llegada del primer juego, una aventura JRPG que nos ponía en el papel de Edrick en busca de derrotar a un peligroso dragón.
Sin embargo, pese a esta consideración de culto en su país de origen, lo cierto es que las internadas de Dragon Quest en occidente no han sido del todo afortunadas, siendo quizá su octava entrega, desarrollada por Level 5, la que gozó de mayor popularidad y ventas. Sin embargo, otros lanzamientos, como sus spin-offs (DQ Monsters, Rocket Slime…) las entregas principales como el excepcional Dragon Warrior VII de PSX o los ports de la trilogía de Zenithia para NDS (de la 4º a la 6º extrega), no gozaron de las mismas ventas, y la franquicia cayó en una especie de ostracismo en la que todo lo que ha venido lanzándose para ella, como ilustré en un artículo anterior, se había quedado en Japón.