La pasada generación de consolas fue el inicio de una gran cantidad de cambios en la industria. Si bien muchos de ellos no son precisamente positivos —como el origen de las políticas abusivas de contenido descargable y los juegos recortados— fue también la explosión del fenómeno indie, donde una multitud de pequeños creadores, en parte gracias a la generalización de la distribución digital, tuvieron oportunidad de mostrar al mundo un talento que en otras circunstancias habría permanecido oculto. A día de hoy, los indies son una parte troncal de los catálogos de los sistemas, siendo auspiciados por las distribuidoras y productoras de cara a impulsar experiencias que, en muchas ocasiones, pueden rivalizar o superar a los triple a en calidad y originalidad.
Muchos son los nombres propios que pueden venir a la mente al recordar a los indies que permiten entender este aumento de relevancia, pero, sin duda, Bastion debe ser uno de ellos. Lanzado en 2011, fue la opera prima del pequeño estudio Supergiant Games, los cuales ya desde el primer momento dejaron claras sus señas de identidad. Este primer proyecto se caracterizaba sin duda por presentar un universo enigmático con una historia narrada sutilmente, mostrando al jugador un cuadro amplio al tiempo que estimulaba su curiosidad por conocer más de lo que le rodeaba, todo ello acompañado por una sólida jugabilidad de rol y acción. Transistor, lanzado tres años después, siguió en la misma línea pero cambiando totalmente la ambientación, pasando de la fantasía mágica al futurismo cyberpunk, refinando la jugabilidad dándole un nuevo enfoque. Y, casi con la misma precisión que un reloj suizo, tres años después volvieron con una nueva propuesta que viene a confirmar dos cosas: la solidez de las señas de identidad de Supergiant Games, y su versatilidad para ofrecer calidad en propuestas radicalmente diferentes en términos narrativos y jugables.