Danganronpa es una franquicia muy peculiar. Nacida de la mente de Kodaka Kazutaka y desarrollada por Spike Chunsoft, vino a aportar desde el primer momento en su nacimiento en PSP (llegando aquí a PSVita y posteriormente a PS4 y PC) una particular aproximación de una historia de misterio donde la resolución de crímenes inverosímiles siempre fue el foco. Es una saga que, sobre todas las cosas, cuenta con una personalidad muy marcada, un estilo propio que tiende hacia la exageración, la caricaturización extrema de personajes estereotipados y, especialmente, por mantener un constante suspense e interés en el jugador gracias a su inagotable capacidad para sorprender. ¿Quién será la siguiente víctima o el asesino? ¿Serán uno de esos personajes con los que he conectado emocionalmente? ¿Será correcta mi teoría del crimen? ¿Cuál es la trama de fondo que justifica todo este macabro show de muerte?
Si bien muchas veces utiliza trucos que pueden calificarse de injustos o “sacados de la manga” para lograr esa constante capacidad de asombrar, lo cierto es que Danganronpa logra construir historias de misterio muy adictivas de presenciar y disfrutar. No obstante, cuando llegas a la tercera entrega siguiendo la misma fórmula, puedes perder la frescura. Una saga caracterizada por lo impredecible puede, paradójicamente, volverse predecible. Los fans captan los trucos utilizados, las formas de retorcer el argumento, o incluso patrones de quién puede morir o sobrevivir. También, cuando has planteado un lore desarrollado ya en tres juegos y un (cuestionable) anime, los misterios ocultos tras los juegos de asesinato pueden verse tremendamente reducidos. En definitiva, tu propia identidad puede eliminar la sorpresa.