Hay poco que pueda añadir a estas alturas respecto a Shin Megami Tensei Persona 4, uno de los videojuegos del género de rol más sobresalientes que han sido lanzados en los últimos años. Ya hablé de él no una, sino dos veces, en dos sendos textos en los que traté de ilustrar todo lo que me hacía pensar que estábamos ante una obra capaz de marcar un antes y un después en esta industria. Este punto de vista no fue aislado, y la aventura de los chicos de Inaba alcanzó el reconocimiento mundial, siendo Atlus consciente del gran fenómeno que tenía entre manos.
El resultado de esto fue la puesta en marcha de un ambicioso plan para extender el universo de la cuarta entrega en varios ámbitos. Así, surgieron dos series de anime basadas en la historia del juego, una OVA que extendía los acontecimientos de uno de los varios finales de la aventura, figuras, discos reinterpretando su excelsa OST, y, por supuesto, videojuegos, que buscaron explorar horizontes nuevos en la franquicia sin olvidar una de sus señas de identidad, como es la historia y el tremendo mimo a la caracterización de sus personajes.