¿Qué es la esencia de Final Fantasy? Mucho se ha escrito acerca de esta pregunta, y la respuesta no es tan sencilla como puede parecer. Para algunos, es la presencia de una serie de elementos identificativos de la saga, como pueden ser los cristales, la magia, las invocaciones, los chocobos o los moguris. Otros marcan la línea en el sistema de combate, en la presencia de algún tipo de sistema de turnos, ya sean estáticos o activos. También se puede marcar la línea en la presencia de Sakaguchi, su creador original, en el equipo desarrollador. En la existencia de una serie de sistemas de desarrollo o contenidos específicos. Quizá todo eso a la vez. En otros casos, la esencia puede ser simplemente no aceptar que la saga lleva más tiempo siendo “otra cosa” que siendo Final Fantasy, querer seguir buscando en ella algo que hace mucho tiempo que no ofrece. Y esto nos lleva a preguntarnos… ¿por qué?
Quizá la respuesta es más sencilla que todo eso, y es que Final Fantasy no tiene ninguna esencia más allá que tratar de desarrollar un producto que sea capaz de llegar al mayor público posible, adaptando su diseño y sus tendencias a aquello que más pueda garantizarlo en cada momento. A lo sumo, podemos conceder que se trata de lograr esto respetando un mínimo de parámetros, ya sea por tradición o por mera cuestión de identidad, permitiendo así seguir sosteniendo el debate sobre su esencia. Y todos ellos pueden resumirse claramente en que Final Fantasy debe ser un juego de rol de temática futurista o medieval, contando con todos o algunos de los puntos mencionados antes. Hasta ahora.
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