Cuando analicé el Marvel Spider-Man original allá por 2018, iniciaba el texto comentando en detalle lo importante que es el trepamuros para mí. Saber que uno de mis personajes más queridos se pondría en manos de una mis desarrolladoras favoritas, como es Insomniac Games (una de las pocas occidentales que tengo en alta estima) me creó unas expectativas que cumplieron sobradamente. La obra original era divertida, variada, respetuosa con el espíritu del personaje, tomando de referencia los cómics y no la infame representación del MCU, y poblando la aventura de guiños para los más avezados. Diseñar un juego de mundo abierto donde no quieras utilizar el viaje rápido por lo divertido que resulta moverse por el mapeado es quizá uno de los mayores elogios que puede recibir este género en una época plagada de desarrollos triple A clónicos a nivel de diseño y tediosos por hacer del tachar casillas en un Excel para placer de los accionistas su único objetivo.
Esto no significa que Marvel Spider-Man fuese perfecto. Contaba con unos contenidos secundarios bastante poco trabajados en general, que quedaban camuflados por lo sobresaliente de su jugabilidad y la movilidad del personaje. Muchos crímenes repetitivos, cierta obligación de lidiar con ellos para los desbloqueables, las famosas (o infames) palomas, y muchos objetivos con escasa variedad. No había nada especialmente original en su propuesta jugable, heredada de los Batman Arkham, pero sabía hacer de la diversión y la fidelidad con la licencia sus grandes virtudes para hacer una obra muy notable. Varios de sus defectos fueron pulidos en el spin-off posterior de Miles Morales, que bebía totalmente del diseño del original, pero sabía añadir cambios jugables y algo más de trabajo en este contenido.
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