Análisis: Exoprimal

Exoprimal es uno de esos juegos que en otra época habría sido una compra de alto riesgo. Un juego únicamente multijugador, a precio completo, con una aparente falta de cantidad y variedad de contenido a juzgar por las betas, un historial errático de Capcom en esta clase de juegos, y arrastrando la pesada losa de “pedimos un Dino Crisis y nos han dado otro juego como servicio multijugador”.  Sin embargo, la época actual cuenta con una alternativa ideal para poder tomar riesgos, como son los servicios de suscripción. En este caso, su lanzamiento día 1 en Xbox Game Pass permite probar la experiencia completa final sin ningún tipo de riesgo, y así poder juzgar por uno mismo. Aunque la beta abierta me gustó lo poco que pude jugarla, el riesgo de comprarlo podría haber sido muy elevado. Tras haber superado la historia, invirtiendo unas 25 horas donde he podido probar la totalidad de su contenido gracias a Game Pass, puedo decir que el riesgo ha merecido la pena, e incluso lo habría merecido con una compra, aunque no a precio completo, por motivos que elaboraré en este texto.

Lo cierto es que es una experiencia que me ha sorprendido, porque, dentro de sus ciertas limitaciones de presupuesto, no esperaba que fuese a encontrarme un juego tan divertido, con una jugabilidad tremendamente directa, variada veloz y desafiante, acompañada de una aproximación narrativa bastante original, que, en gran medida, fusiona una campaña de un jugador con la experiencia multijugador evolutiva. Exoprimal evoluciona a la vez que su trama, empezando de manera sencilla y algo repetitiva para empezar a subir y subir el listón con más dinosaurios, objetivos, misiones, e incluso algunos combates contra jefes y raids que me parecieron tremendamente bien diseñados. Pide paciencia (quizá más de la deseable para el coste del juego) para llegar ahí, pero sí lo haces y te convence su aproximación jugable, te vas a divertir mucho en las simulaciones de guerra de Leviatán.

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Análisis: The Ascent

La esfera de los videojuegos independientes ha venido creciendo considerablemente en los últimos años. Donde antes solo podías encontrar modestos proyectos de pequeña escala, ahora existen experiencias capaces de rivalizar con la industria AAA en ciertos aspectos, incluso superándoles en lo que debería ser más importante, como es el diseño de la experiencia jugable. Bien es cierto que hay una “trampa”, y es que muchos de estos juegos “indies” no lo son del todo (en el sentido de autosuficiencia en su desarrollo), ya que cuentan con distribuidoras, financiación externa y apoyos suficientes para que, en muchos casos, entren más bien en el terreno de los llamados AA, esos proyectos de escala más modesta, pero con muchas virtudes para ser considerados incluso por encima de los superventas anuales, cada vez más anclados creativamente en todo lo que no sea buscar nuevas estrategias de monetización. No obstante, a veces hay algunos juegos de este tipo que copian los peores vicios de los grandes.

El caso de The Ascent es de este estilo. Formado en 2018 por desarrolladores veteranos de obras como Far Cry 3, Wolfenstein o Bulletstorm, formado únicamente por 11 personas, contaron con una inversión inicial considerable, una Epic Grant otorgada a proyectos punteros con UE4, así como Curve Digital apoyando su márketing y distribución. Aunque por escala y por definición son un estudio independiente, han contado con unos medios que convierten su juego debut en una obra un escalón por encima de lo habitual en este medio. Anunciado en 2020 y tras una larga espera sin demasiadas noticias, finalmente terminó viendo la luz el pasado Julio en PC, Xbox One y Xbox Series X/S, siendo lanzado en Game Pass desde el primer día. El resultado final, tras completar prácticamente todas sus misiones principales y secundarias, arroja algunas sombras bastante claras. A veces, incluso incomprensibles para un estudio que no debería tener presión ni prisa para dar una buena impresión en su debut. Sin embargo, pese a ello, The Ascent también tiene muchas luces, unas que deberían mirar estudios mucho más grandes como referencia de cómo se debería diseñar un videojuego sin insultar a la inteligencia del jugador.

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Análisis: The Last of Us Part 2

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Hace siete años, Naughty Dog alcanzó un hito de madurez creativa con The Last of Us en Playstation 3. Su impacto se hizo sentir pese a no ser una obra que fuese innovadora jugablemente o revolucionase nada más allá de la narrativa a nivel de superproducciones. Quizá esto último fue su principal aporte, ya que acercó a los triple A una forma de contar historias que se alejaba de la simpleza y la espectacularidad palomitera para presentar una historia de un mundo post-apocalíptico donde lo más importante no eran los zombis o la degradación social, ni tan siquiera recrearse en lo grotesco, sino la simple y pura naturaleza humana. La historia de Joel y Ellie se convirtió en un clásico donde vimos evolucionar la relación entre ambos de “un encargo más para un mercenario” a una historia de redención y, en definitiva, de amor. Un amor que es fundamentalmente humano en su naturaleza, y como tal, conllevó la puesta en marcha de acciones grises, con muchos matices y, por qué no decirlo, de errores.

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Análisis: Control

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Las controversias venden. Generan interés, tráfico y polémica viral, sin importar que puedan llevarse por delante el trabajo de muchas personas o la falta de empatía que evidencia utilizar su trabajo como piñata para alimentar el de otros. Canales de vídeo que construyen discursos en base al odio, a polemizar. Páginas webs de “periodismo” que exacerban el alcance de las quejas o construyen narrativas interesadas y capciosas para ganar clicks. Foros dispuestos a ofenderse por un simple píxel al tiempo que los otros actores amplifican su mensaje. Esto no es exclusivo de los videojuegos, pero de un tiempo a esta parte, este fenómeno está siendo muy prevalente en la industria, deformando críticas, descontextualizando problemas y, en último término, llevando al gran público imágenes distorsionadas de la realidad de los juegos.

Una simple polémica, sin importar si su alcance o importancia real es como se narra, puede perjudicar enormemente a una obra a nivel comercial. En este sentido, Remedy ha cogido siempre la peor papeleta en todos los repartos, porque si a algo ha estado asociado el nombre de Control ha sido al término polémica. Previamente a su lanzamiento, siempre que el nombre de este juego aparecía era para verse envuelto en una polémica nueva. Primero fue la exclusividad en PC con la siempre cuestionada Epic Games Store, en el marco de su política de compra de exclusivas a golpe de talonario para tratar de posicionar a su cliente en el mercado a base de juegos, ya que no puede imponerse a base de ser una buena alternativa para el consumidor. Este es un debate de más amplio espectro, pero Control, como tantos otros juegos, se vio afectado por él. Por las amenazas de boicot, por las acusaciones de “vendidos”, por los vetos y por el ciclo de la controversia.

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Análisis: Crackdown 3

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No ha sido una generación nada fácil para Microsoft y su Xbox One. Rodeada de polémica desde prácticamente su anuncio, los cambios de liderazgo y estrategia han dado más titulares que el software lanzado para ella, perdiendo prácticamente la generación nada más empezar. Siendo conscientes de ello, se puso en marcha una reestructuración cuya definición comienza a atisbarse en el horizonte, en forma de nuevos estudios first y un cambio de enfoque a los servicios como Game Pass y dar libertad para escoger dónde jugar. Sin embargo, aunque esta es la cara amable y esperanzadora de la situación, también queda por el camino una oscura que, en algunos momentos, podía incluso hacer pensar que Microsoft tiraba la toalla con los videojuegos. El cierre de Lionhead y su Fable Legends o la dolorosa cancelación de Scalebound son probablemente los puntos más bajos en este sentido.

Y en medio de todo esto, tenemos a Crackdown 3, cuya historia ha sido probablemente tan accidentada como la de la plataforma para la que se anunció en el ya lejano E3 de 2014, casi 5 años atrás. Planteado como una suerte de punta de lanza de cómo el servicio de computación en nube podía impactar en los videojuegos, esta tercera entrega de la alocada serie de mundo abierto pretendía alcanzar un nuevo nivel en términos de destrucción de entornos, en un esfuerzo a tres bandas entre Sumo Digital, Cloudgine y Elbow Rocket, estando también los creadores de la segunda parte, Ruffian Games, en un papel secundario. Un cóctel de estudios muy dispares en una obra que se desarrollaba a piezas (campaña por un lado, y multijugador por otro) y que nunca terminaba de fructificar en ningún sentido. Feria tras feria, Crackdown 3 o no aparecía, o lo hacía sin apenas impacto, planeando sobre él la sombra de una posible cancelación constantemente, espoleada por los ejemplos antes vistos dentro de Microsoft.

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Análisis: Sunset Overdrive

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Hablar de Insomniac Games ha sido sinónimo de hacerlo de Sony hasta hace relativamente poco tiempo. Como padres de sagas exclusivas de Playstation, como Spyro The Dragon, Ratchet & Clank (de plena actualidad estos días) o Resistance, han sido uno de los estudios “second party” más prolíficos de la familia de consolas nipona desde prácticamente su creación. Sin embargo, en la pasada generación Insomniac decidió empezar a volar sola, y con ello, asistimos al lanzamiento del primer videojuego de la compañía fuera de su ecosistema habitual, el fallido juego multi Fuse, inicialmente conocido como Overstrike.

Sin embargo, aún más sorprendente fue el anuncio de este Sunset Overdrive exclusivo para Xbox One, convirtiéndose así en la primera producción exclusiva del estudio para un sistema no-Playstation. Alejándose de la mayor seriedad de la saga Resistance y bebiendo en parte de algunas de las ideas de Fuse y la saga Ratchet & Clank, la consola de Microsoft recibió en 2014 este particular sandbox, el cual me atrevería a decir que es único en su especie en un momento temporal donde los juegos de este género proliferan y, salvo excepciones puntuales, suelen optar por una extensa duración a expensas de la calidad y variedad de su cuantioso contenido, siendo las últimas propuestas de Ubisoft el ejemplo perfecto de esto.

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Análisis: Danganronpa Another Episode – Ultra Despair Girls

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Si hay una franquicia exclusiva por la que los usuarios de Playstation Vita pueden estar orgullosos esa es, en mi opinión, Danganronpa. Publicada por parte de NISA su primera entrega, Trigger Happy Havoc, hace ya un par de años, se trataba de una visual novel con elementos de puzle y simulador de juicios, aunando los conceptos de Persona, Ace Attorney y Zero Escape de una forma tremendamente original, principalmente apoyado en la excelencia de su trama, sorprendente, confusa, insinuante, y totalmente plagada de giros argumentales que mantienen constantemente el interés.

Al poco tiempo, concretamente el pasado año, recibimos su secuela directa, Goodbye Despair, que tomaba los elementos del original y los refinaba hasta un punto que me llevó a considerarlo el mejor videojuego de 2014. Un plantel de personajes igual de carismático, pero ofreciendo una historia que llevaba más allá el misterio, la brutalidad de los juegos de Monokuma, y las sorpresas. No es una opinión aislada, pues el recibimiento de Danganronpa en occidente, a pesar de haber sido lanzado únicamente en inglés y para un sistema minoritario, ha sido notablemente positivo, lo suficiente para garantizar su rentabilidad y futuro.

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Análisis: The Order 1886

La nueva generación de consolas ha comenzado con una tendencia preocupante en lo referente a las propuestas Triple A. En estos primeros compases hemos visto como obras que tenían una tremenda expectación se veían afectadas, por unos motivos u otros, por la decepción de los que recibían el producto final. Grandes ejemplos han sido, sin duda, Destiny (cuya situación ya comenté en otro artículo), Assasin´s Creed Unity (por sus cuantiosos bugs y políticas cuestionables) Halo: The Master Chief Collection o Driveclub (ambos por motivos muy similares de problemas severos de su componente estrella, el modo online).

Los motivos para que el globo del hype se haya desinflado tantas veces en estos meses pueden obedecer a varias razones. ¿Dejadez de las compañías? ¿Exceso de expectativas por parte de los fans? ¿Promesas mesiánicas imposibles de cumplir que influía en dichas expectativas? Se pueden buscar muchos motivos, pero lo cierto es que se ha instaurado un colectivo medianamente numeroso que es cada vez más escéptico ante qué esperar de las grandes compañías y sus triples A. The Order: 1886, ateniéndonos a las reacciones de prensa y usuarios, ha sido el siguiente en caer en este fenómeno, si bien por motivos diferentes.

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Análisis: Uncharted 2 El Reino de los Ladrones

 

El que me conozca, sabe muy bien que el género de los shooter y yo no nos llevamos demasiado bien. Ya sea por falta de costumbre, o por simplemente no gustarme sus ambientaciones o mecánicas (que en esta generación tienen demasiado a la espectacularidad por encima de la calidad jugable desde mi perspectiva) siempre ha sido algo que, si he jugado, ha sido de forma muy puntual, y siempre dentro de la categoría en tercera persona (siendo Mass Effect quizá la licencia más notable al respecto que he probado en esta generación).

Sony también ofreció su alternativa, alejada de las fórmulas puras del TPS y reforzada con elementos de los juegos de aventuras como Tomb Raider. El resultado fue Uncharted: El Tesoro de Drake, un juego que, por unos motivos u otros (que ya comenté en el análisis que le hice hace un tiempo) no consiguió calarme hondo, adoleciendo de muchos de los problemas del género de hoy, como la simplificación y la repetición de mecánicas, no explotando la jugabilidad tanto como podía, y me sorprendió de un estudio como Naughty Dog que, hasta ese momento, no había bajado el pistón ni sacado un juego irregular.

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