Studio Ghibli es una compañía de animación que, sin duda alguna, tiene un lugar especial en el corazón de muchos. Durante más de 30 años, han demostrado de sobra que la palabra “magia” se quedaba incluso corta para definir la calidad de sus producciones, cargadas de encanto, cierta inocencia, y mensajes capaces de llegar a todas las edades. Por otro lado, Level 5 ha tratado de plasmar un espíritu similar en el campo de los videojuegos. En sus inicios allá por inicios de siglo ya trataron de diferenciarse presentando sistemas de juego originales y diferentes a todos los demás actores del género del rol, y en la época contemporánea, cuando Japón estaba severamente cuestionada en términos de calidad frente a sus homólogos occidentales, orientaron sus esfuerzos a un nuevo público, el infantil, que les ha puesto definitivamente en el mapa gracias a franquicias como Yokai Watch o Inazuma Eleven, con juegos accesibles pero con diversas capas de profundidad para apelar a los veteranos.
Dos compañías con una pretensión similar en distintos ámbitos cuya unión no resultó extraña allá por 2011, cuando decidieron lanzar al mercado en Japón el videojuego Ni no Kuni: La Ira de la Bruja Blanca, el cual llegó a nuestras tierras dos años después para PS3. Si bien no podía considerarse perfecto dentro de su género, su impacto en medio de una generación donde se repetía constantemente el mantra de la decadencia de Japón y más concretamente del rol fue indudable. La producción de Level 5 tenía todas las señas de identidad que ya habían comenzado a nutrir en sus licencias infantiles, pero también toda la experiencia desarrollando JRPGs en Playstation 2. A ello, se sumó la mano experta de Ghibli para dar forma a una historia cargada de sentimientos, moralejas, viajes por tierras mágicas y un enfoque accesible, el cual es probablemente el que más le lastraba de cara al fan del género de toda la vida.